…todo comenzó en las lagunas…
Leonardo Garet: Lagartos.
La psicóloga argentina Denise Najmanovich expresa que en el pasado la sociedad podía representarse como un mar en calma salpicado de isla de caos; hoy, advierte esta psicóloga, la sociedad es un mar caótico donde cada uno de nosotros –para poder vivir y crear- debe armarse una isla de calma. Y a esto apunta, en cierta medida, el más reciente opus de Leonardo Garet (Salto, 1949): Lagartos (Biblioteca de Autores Salteños, Salto, 2015).
Si bien algo difícil de catalogar –aunque catalogarlo no es una condición sine qua non para poder justipreciar este libro-, Lagartos es una suerte de viñetas –donde lo poético y lo “apócrifo” no están ausentes- que discurren en torno a la “sociedad” de estos reptiles y a su correspondencia subrepticia con la sociedad de los hombres, si bien no es tarea fácil definir con exactitud el corpus lagartiano, como lo expresa cierto autor omnisciente como preámbulo a la primera parte del volumen: La mayor dificultad de este proyecto ha sido la diversidad de los dialectos lagartianos, hecho que confirma la teoría de la poli génesis de su cultura. (La consideración por separado de lagartos, cocodrilos y caimanes, no hace más que acrecentar el desconocimiento general de la familia.
Para un mayor acercamiento y entendimiento de esta sociedad de reptiles, el libro se “apoya” en toda una “bibliografía” sobre el tema, lo que entonces daría mayor credibilidad a los hechos que se narran aquí y que adoptan la forma de la crónica, de la viñeta, del apócrifo, de la obra erudita citada a modo de acápite al comienzo de algunos de los capítulos, y donde fantasía a veces y realidad otras, se mezclan para hacer de la lectura un viaje por entre los recovecos del humor, la ironía, la reflexión, etc. Así entonces, tanto precediendo la primera parte como al comienzo del capítulo 1, los diferentes acápites remiten a una suerte de obras escritas, como así también a testimonios aparecidos a modo de graffiti por ejemplo en las Cuevas de San Antonio (Salto) que, a lo largo del tiempo, han ido afirmando las características de una sociedad que tiene sus puntos de contacto con la sociedad de los hombres: “En las murallas de hueso es posible la alegría”; “Hubo un tiempo en que los lagartos tenían alas…” (Mitología corumbaense).
Observando el llamado reino animal inferior; observando en este caso a esos seres de sangre fría que habitan las lagunas, los arroyos y los ríos, la mirada y el sentimiento poéticos de Leonardo Garet van elaborando un cosmos reptílico en consonancia insospechada con el medio ambiente de los seres humanos:
…un maestro explicó que desde siempre el río había estado dividido en dos partidos, el verde y el amarillo y negro, de diversos nombres a lo largo de la historia y las regiones.
Otras veces, la descripción de la vida de los lagartos obra como contracara de la de los seres humanos:
El hombre se asusta ante un espejo, el yacaré disfruta mirándose en el agua y gritando “Yo soy”, a mandíbula batiente.
(de una “Carta” De los hermanos del sur a los hermanos del norte, con lo que entonces la historia se reviste de connotaciones bíblicas cuasi paulinas).
Algunas de estas historias de lagartos se apoyan también en la tradición medieval del “doble”: aquel que está en nosotros y que despierta cuando dormimos, adelantándose a las acciones futuras que pueden revestir cierto peligro para el que duerme, evitándolas; en otros momentos el “doble” suple al durmiente, apareciéndose en lugares donde el durmiente no puede estar, como lo expresa –entre otros conceptos- Claude Lecoutex en Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media-Historia del Doble (Medievalia, Palma de Mallorca, 1999). En el libro que nos ocupa, un pasaje advierte que
El que llega a destacarse sobre los demás tiene un doble. Cuando hay peligro extremo en la laguna, marcha primero el doble (…). Un minuto antes de cualquier situación no deseada, se adelanta el doble.
El parentesco lejano con Anabákoros (Fin de Siglo, Montevideo, 1999) podría situarse en el hecho de que su autor, a partir de determinada realidad pretérita, va desarrollando una cosmogonía de historias y personajes que afirman aquella realidad lejana (como en el caso de Anabákoros, los vestigios de la biblioteca de Asurbanipal en Nínive y sus vínculos con la cotidianidad contemporánea), sin por ello dejar de trascenderla, logrando así dar nuevos significados a un determinado acontecimiento, como en el caso de Lagartos su subrepticia relación con el ser humano a partir de lo que este imagina y vuelca en aquel…
…Porque, en definitiva, todo es pasible de convertirse en materia literaria; en posibilidad de reafirmar el oficio a partir de esa imaginación que no cesa de trabajar en bien de la comprensión, en principio de uno mismo y acto seguido de todos aquellos lectores que se acercan a la obra, encontrando puntos en común, en este caso entre esos seres de sangre fría, anfibios, que muchas veces parecen estar petrificados bajo el sol y sobre las rocas que bordean el contorno de los lagos, las riberas de los ríos, el cauce de los arroyos y ese que los observa y que se puede llegar a sentir unido al reptil por vínculos muchas veces misteriosos, difíciles de explicar:
Los egipcios nadaban al costado del cocodrilo y cuando se cansaban se agarraban de su lomo. La historia informa que, en ese momento, mantenían diálogos intensos. Se conservaron como adivinanzas que nadie puede descifrar.
Muchas veces la escritura obra como un ajuste de cuentas con nosotros mismos, con nuestros fantasmas que muchas veces pueden ser simplemente aquello que no se puede explicar sino a través de la expresión escrita y que en dicha expresión cobra las más caprichosas –aunque muy entendibles- formas: un sentimiento, un rostro, una situación, un determinado animal que puede llegar a ser la proyección literaturizada de nosotros mismos. Por eso, como bien expresa parte del “Apócrifos III” del más reciente libro de Leonardo Garet:
La gente se inventa sus propios lagartos. (…) que nadie diga que no tiene su lagarto protegido, exhibido, mirándolo desde la infancia, acostado al lado de la cama, caminando desde la vereda de enfrente, o copiándole la sonrisa.
Pascual Beach, noviembre de 2016.