El gris de la tarde de domingo se volvió de pronto oscuridad profunda cuando se mezcló con la noticia de su muerte. Es que ayer falleció Alberto Prósper, a los 36 años. Escribía poemas y cuentos y tenía encaminada una novela. Literatura, fotografía, música, son algunas de las cosas que estudió, en Salto y en Montevideo. Fue el suyo un espíritu de tan grande sensibilidad para el arte como seguramente habrá muy pocos. Alberto podía quejarse de un precio elevado cualquiera (y entonces rezongaba, maldecía, como por tantas y tantas cosas que lo enojaban y le provocaban una rabia que no sabía ocultar), pero jamás protestaba por el precio de un libro, un disco, un cuadro, una entrada para un concierto o un espectáculo teatral. En todo eso invertía dinero con enorme satisfacción. También, hace tres o cuatro años, invirtió en la compra de un bajo, instrumento con el que algún tiempo caminó al hombro, pese a las dificultades que tenía para cualquier movimiento (dificultades que iban en aumento por una cruel enfermedad con la que luchaba a capa y espada desde hacía mucho tiempo). Caía frecuentemente en terribles pozos anímicos, pero se levantaba y seguía. Nos conocimos en el Taller Literario “Horacio Quiroga” (nombre propuesto por Alberto), que orientaba Leonardo Garet. Eso fue a comienzos de 2001. Tres años después, compartimos la tarea de preparar un libro colectivo junto a varios salteños más, “Los nombres del cuento”, en el que Alberto publicó un cuento titulado “Lorena”. Años después, compartimos innumerables experiencias durante los meses en que trabajamos juntos en el Departamento de Cultura de la Intendencia. Alberto abandonó ese cargo como funcionario municipal porque si algo lo definía, era el afán de encontrar siempre horizontes nuevos. Su sólida formación queda demostrada en un puñado de muy buenos artículos que publicó en un blog que desde Montevideo llevó adelante durante algún tiempo. Ese blog, con notas muy críticas, de gran valentía, llevaba por nombre “Salto y Yo”, claro reflejo de aquel que aunque lejos de Salto se sentía siempre apegado a esta tierra. Pero además, su fina cultura se manifestó, por ejemplo, en la excelente traducción al español que realizó de “El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway, y que fuera publicada por Ediciones Cruz del Sur en el año 2012.
Cuando alguien se va, hay mucho que se queda. De Alberto Prósper nos queda el recuerdo del joven bohemio, soñador, solitario y solidario que luchó contra las mayores adversidades que alguien puede luchar en una vida tan breve. En lo personal, me quedan también algunos obsequios suyos: los libros “Oficio de lector”, de Santiago Sylvester, “Oficio de periodista”, de César di Candia y un Quijote en una magnífica edición de casi 1300 páginas, publicada en 2005 como homenaje en los 400 años. Me queda también la imagen de horas extensas de charla interminable, en mi casa, en algún boliche, en el living de Leonardo o la terraza de Estela… Pero lo más importante, es que me queda viva la amistad que tuvimos, como el más valioso regalo. Hasta siempre, Alberto.
LIBRETA DE APUNTES (Poemas de Alberto Prósper) I
En este patio las sombras me recuerdan
unas plantas por aquí y a otras en un cantero de césped inglés
las reconozco por las masetas.
Las piedras ya no están pero las imagino bajo los pies
de un niño jugando a la pelota
II
Ya no reconozco ni a mis compañeras de escuela
a los colores no los encuentro
y no me animo a invitarlas a salir con este cuerpo
que no sabe bailar ni engendró hijos
y ellas siguen allí con sus uñas pintadas de rojo
III
Mis libros no están aquí
y mi memoria los desdibuja.
Podría ir hasta ellos pero el depósito
ahora es un taller y las manos que trabajan en un invento
no me pertenecen
Sigo comprando libros, a algunos los leo como a los horóscopos
hechos por un conocedor de los diarios que los va cambiando
con las estaciones, los meses y los años
día a día
diciendo lo mismo
IV
Yirica ¿dónde andas?
Cuando intento cantar ya no escucho tu maullido
y me acerco a la columna que sostiene el techo
y miro hacia donde me saludabas y no hay agua
que llueva
V
Por las noches me voy a la jaula
si puedo miro la luna y las estrellas
aspiro y exhalo humo miro las paredes la canilla y el suelo
veo un minerito que cruza como un rayo quien sabe si escarba o se esconde
apago el cigarrillo con agua y cierro la puerta para volver más tarde
VI
Las calles me resultan familiares
Las esquinas todavía existen pero con distintas marcas
a veces me confundo con las direcciones de las avenidas
y camino para encontrarme con aquella otra ciudad
de la que fui extraído por la piedad de los vientos
VII
Madrid y Montevideo me suenan en estas articulaciones
y cuando veo a esos perros callejeros echados a la sombra
doy una vuelta para no pisar la morada de los destierros
VIII
Los saludos son extraños
solo los que se conocen los pescan
pero en las calles siempre hay remolinos y los ojos
se confunden y las manos quedan libres
IX
Jugando a los indios
el abuelo nos dejaba
y perdíamos los jergones
para volver a ensillar
X
Y se ha ido
y se ha ido
todos de festejo
al fin se ha ido
la luna de los despojos
la reina de los entierros
y bailan todos
porque nació un varón
y llegó la noche
y no hubo luna
y los ángeles se perdieron
y el varón
no sabía hablar
XI
Solo con los ojos cerrados puedo escuchar
la violeta voz de la abuela
el olvido de mi padre
la roja mirada del abuelo
el luto de mi madre
y todo tiene un ritmo
de fuegos artificiales
en esta caja de palabras
que pregunta en las esquinas
si alguien vio a Dios.