En el Teatro Circular

EL NUDO DE GIDION

 

En el Teatro Circular EL NUDO DE GIDION

 

Por Leonardo Garet

 

¿Cuál es el umbral de dolor de una madre a la que acaba de suicidársele un hijo? Quizás se piense sin mucho margen de error que la desesperación le permite solamente un grito inarticulado y una cerrazón de horizontes. Pero es muy convincente también otro planteo. Johnna Adams en su obra El nudo de Gidion (presentada en el “Teatro Circular”, de Montevideo), hace una apuesta que toca los límites de las responsabilidades de la madre y de la educación curricular. A horas del suicidio de su hijo de once años, cuando aún no se había procedido  a sepultarlo, la madre asiste a una reunión a la que había sido convocada por la escuela para explicarle la sanción que se le había impuesto al alumno, su hijo. En ese instante de intolerable clímax comienza la obra. La madre y la maestra, las dos solas. Sin niños, sin directora -anunciada pero de previsible ausencia-, en el salón de clase y con la madre sentada en el banco de su hijo, el crescendo de la obra se enriquece con la ponderada alternancia de los protagonismos: la madre que quiere respuestas para  entender la causa del suicidio (el hijo dejó una carta) y la maestra que se niega a responder algunas preguntas y pospone respuestas  hasta la venida de la Directora que sabe que no va a ocurrir. La ironía hiriente de la madre detectando posibles fracasos de la vida de la maestra y la imperiosa apelación a que esta le diga la verdad que  puede guardarse en el escrito realizado por el niño. La lectura de ese escrito será un punto de inflexión de la obra. La madre requiere, implora que la maestra lo lea porque ella no podría y cuando lo hace se manifiestan dos visiones contrapuestas: la madre cree reconocer la revelación de las condiciones de escritor de su hijo y la maestra entiende que el texto por su excesiva crueldad justifica la sanción como forma de proteger a los demás alumnos.

      La madre va a la escuela a enfrentarse con la tremenda verdad de su conciencia culpable. Por eso quiere ser llamada por su nombre de pila y no por el nombre de su marido. Ella con su destino. Con una carrera profesional exitosa, que cree en parte  haber cumplido como madre –se siente orgullosa del texto escrito por su hijo porque evidencia la influencia de una lectura que ella le había proporcionado- se siente de golpe cuestionada hasta lo más profundo por el golpe atroz del suicidio. ¿Qué no supo escuchar? ¿Qué no supo decir? Y la maestra, rodeada de niños que requieren su mejor atención, alimenta su soledad cuidando una mascota que, en este momento y como paralelo de contraposición, se le está por morir. El niño Gidion murió sin asistencia de ningún tipo y el gato de la maestra morirá por eutanasia que está por autorizar su dueña por teléfono. La madre intuye secretamente este momento y la impulsa a que enfrente la muerte de su mascota cara a cara. Se lo increpa sintiendo la trasposición de situaciones: la maestra pudiendo disponer la muerte de su mascota y ella con las manos vacías ante la soledad en que murió su hijo.

            La obra, en un acto, es vertiginosa, con diálogos casi en su totalidad brevísimos y complementados por la gestualidad y los silencios marcados por la escritura teatral rigurosa, que se preocupa por dejar establecidos tanto la escenografía como las reacciones de los actores.

El nudo de Gidion es el que no pudo desatar el niño y es también el que reciben la madre y la maestra y tampoco pueden desatar. El nudo de Gidion es un estremecedor cuestionamiento de la educación que no sabe detectar los problemas de fondo que aquejan a los alumnos. Y también una imagen de la impotencia de la madre sola, que quizás no pudo suplir la ausencia de la figura paterna. El nudo de responsabilidades que no puede desatarse porque es como el nudo gordiano y creará dolor y tragedia en ambas antagonistas. Dirigida con sobriedad por Alicia Restrepo en su primera incursión como directora y actuada con la responsabilidad de saber exactamente la magnitud del planteo por Denise Daragnès, como la madre y Natalia Acosta, como la maestra. Tragedia en el verdadero y alto sentido porque, como querían los griegos, provoca identificación y purificación por el dolor.

 

En el Teatro Circular EL NUDO DE GIDION

       
 

 

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