Tout pase
Estamos frente a frente separados por la mesa de mármol menos fría y dura y frágil que nosotros mismos menos opaca que el vacío mortal que nos envuelve. Dónde estás dónde estamos. La tarde se nos quiebra entre los dedos y pasa como un ómnibus más hacia el olvido. Cuándo en quién de los dos se murió el tiempo en que cada minuto era la ocasión única de bebernos el alma en cada paso de sonreírnos piel a piel de amarnos como si el mundo fuera simplemente el lugar donde habitábamos y la vida sólo existiera para cada encuentro. El mar andaba suelto en nuestros besos llevándonos trayéndonos desde el profundo abismo a la cumbre nos mecía con su vaivén sonoro cantando por nuestra sangre… Compañero ya la lluvia no siembra con húmedos cristales la senda luminosa que ha de traer tus pasos; ahora quema por dentro de la sangre cayendo silenciosa hacia la ausencia. Por qué dónde escondiste tu calidez secreta la infinita ternura de tus ojos y aquel dulce estallido de júbilo que era existir a un tiempo y saberlo y creer en el milagro. Compañero el sueño tiene leves largas patas de corza acaso necesita descansar las piedras del camino lastiman los pies débiles; lo hemos hecho sangrar. Ya no sé si asomándome a tus labios vendrá otra vez el mar. Hay una aire desnudo despiadado en la tarde fría como un final y los ómnibus pasan y nuestro tiempo pasa compañero y te vas.
Todavía
Si me bastara con cerrar los párpados para que ya no estés, para que nunca hubieran transcurrido los días y los años de esta ausencia, para no haber sabido que estabas en el mundo; si el viento de esta tarde de verano deshiciera tu imagen como una nube más, o me llevara liviana y lentamente hacia el silencio; si pudiera partir para encontrarte allí donde no existe el imposible, abriría los ojos al sol hasta cegarme para que no te fueras, evocando minuto por minuto cada dolor cada recuerdo tuyo dichosa de saber que estás sobre la tierra, vivo; y volvería hecha lluvia para tocar tu rostro suavemente, con manos de agua limpia, poder mirar una vez más tus ojos, y dejarte partir hacia el olvido.
Gurí
Este niño podría ser mi hijo. El que no tuve. Esta carita pálida de hambre, estos ojos carentes de alegría, este cuerpo aterido malcubierto de harapos esta manito ávida tendida hacia tu indiferencia. Este chiquilín flaco ignorante y violento que quema puchos como un hombre grande, que duerme en los zaguanes cuando llueve y tiene ocho o diez años de andar rodando calles sacando su comida de los tachos en el aprendizaje feroz de la miseria podría ser mi hijo podría ser el tuyo porque él también es hijo de esta tierra. Brote amargo del pueblo que siguió a José Artigas pueblo nuestro sin miedo sin excusas resuelto que incendió sus hogares para ir con quien debía y defendió sus sueños a punta de tijera. Este gurí descalzo este pardito que con ojos sombríos recibe tu moneda debería golpearte en lo más hondo arder como una quemadura abierta horadar tu memoria desvelarte llenarte de coraje y de vergüenza: es apenas un niño vagabundo hijo tuyo hijo mío rostro brutal de América este niño uruguayo este mendigo este dolor de mugre y hambre vieja.
Aniversario
No son rosas de fuego ni nubes del crepúsculo ni exuberantes frutas tropicales. Hay algo desgarrado en su contorno: su naranja encendido como un grito Y un infinito amor. Son las dos alas de una pequeña mariposa trémula sobre los muros grises de Katovice: las pintó un niño checo -o como decían ellos, un judío- el día en que cumplió catorce años. Pintó la mariposa, la miró levantar su hermoso vuelo, y escribió en su cuaderno palabras de alegría y esperanza; una hora más tarde fue llevado a la cámara de gas.
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