Tout pase

 Estamos frente a frente
separados
por la mesa de mármol menos fría
y dura
y frágil que nosotros mismos
menos opaca que el vacío mortal
que nos envuelve.
Dónde estás
dónde estamos.
La tarde se nos quiebra entre los dedos
y pasa
como un ómnibus más
hacia el olvido.
Cuándo
en quién de los dos
se murió el tiempo
en que cada minuto era la ocasión única
de bebernos el alma en cada paso
de sonreírnos piel a piel
de amarnos
como si el mundo fuera simplemente el lugar
donde habitábamos
y la vida
sólo existiera para cada encuentro.
El mar andaba suelto en nuestros besos
llevándonos
trayéndonos
desde el profundo abismo a la cumbre nos mecía
con su vaivén sonoro cantando por nuestra sangre…
Compañero
ya la lluvia no siembra con húmedos cristales
la senda luminosa que ha de traer tus pasos;
ahora quema por dentro de la sangre
cayendo silenciosa hacia la ausencia.
Por qué
dónde escondiste tu calidez secreta
la infinita ternura de tus ojos
y aquel dulce estallido de júbilo que era existir a un tiempo
y saberlo
y creer en el milagro.
Compañero
el sueño tiene leves largas patas de corza
acaso necesita descansar
las piedras del camino lastiman los pies débiles;
lo hemos hecho sangrar.
Ya no sé si asomándome a tus labios
vendrá otra vez el mar.
Hay una aire desnudo despiadado en la tarde
fría como un final
y los ómnibus pasan
y nuestro tiempo pasa
compañero
y te vas.

Ver manuscrito del poema

 


 

Todavía

Si me bastara con cerrar los párpados
para que ya no estés,
para que nunca hubieran transcurrido
los días y los años de esta ausencia,
para no haber sabido
que estabas en el mundo;
si el viento de esta tarde de verano
deshiciera tu imagen como una nube más,
o me llevara
liviana y lentamente hacia el silencio;
si pudiera partir
para encontrarte
allí donde no existe el imposible,
abriría los ojos al sol hasta cegarme
para que no te fueras,
evocando minuto por minuto cada dolor
cada recuerdo tuyo
dichosa de saber que estás sobre la tierra,
vivo;
y volvería hecha lluvia
para tocar tu rostro
suavemente, con manos de agua limpia,
poder mirar una vez más tus ojos,
y dejarte partir
hacia el olvido.

 


 

 

Gurí

Este niño podría ser mi hijo.
El que no tuve.
Esta carita pálida de hambre,
estos ojos carentes de alegría,
este cuerpo aterido malcubierto de harapos
esta manito ávida
tendida
hacia tu indiferencia.
Este chiquilín flaco
ignorante
y violento
que quema puchos como un hombre grande,
que duerme en los zaguanes cuando llueve
y tiene ocho o diez años
de andar rodando calles
sacando su comida de los tachos
en el aprendizaje feroz de la miseria
podría ser mi hijo
podría ser el tuyo
porque él también es hijo de esta tierra.
Brote amargo del pueblo que siguió a José Artigas
pueblo nuestro sin miedo sin excusas resuelto
que incendió sus hogares para ir con quien debía
y defendió sus sueños a punta de tijera.
Este gurí descalzo
este pardito
que con ojos sombríos recibe tu moneda
debería golpearte en lo más hondo
arder como una quemadura abierta
horadar tu memoria desvelarte
llenarte de coraje y de vergüenza:
es apenas un niño
vagabundo
hijo tuyo
hijo mío
rostro brutal de América
este niño uruguayo
este mendigo
este dolor
de mugre y hambre vieja.

 


  

Aniversario

No son rosas de fuego
ni nubes del crepúsculo
ni exuberantes frutas tropicales.
Hay algo desgarrado en su contorno:
su naranja encendido como un grito
Y un infinito amor.
Son las dos alas
de una pequeña mariposa trémula
sobre los muros grises de Katovice:
las pintó un niño checo
-o como decían ellos, un judío-
el día en que cumplió catorce años.
Pintó la mariposa,
la miró levantar su hermoso vuelo,
y escribió en su cuaderno
palabras de alegría y esperanza;
una hora más tarde
fue llevado a la cámara de gas.

 


 

 

 

       
 

 

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