CELEBRACIÓN DE OCTUBRE

 

por Guillermo Lopetegui

Somos australes. Octubre es el reflorecer de esa Naturaleza por entre la que transcurre el espíritu ratificando la Vida: esa perfecta transmutación del Arte. Pero para recuperar la brisa sugeridora es preciso dar cuenta de la experiencia invernal, sin la cual se hace casi imposible otorgarle la exacta trascendencia a la renovación del paisaje; desde donde va surgiendo la precisión del verso que antecede o sigue, edificando el poema. Por eso Octubre también es (la más reciente celebración poética del salteño Leonardo Garet: un hombre que va trazando su derrotero de creador llevando consigo una Tradición literaria que tanto le va en la sangre - ya que es hijo de ese otro notable poeta que se llamó Julio Garet Mas- como en esa misma certeza de provenir del "Salto oriental", que a otro ilustre antecedente suyo tanta nostalgia le producía cuando en 1900 emprendió por barco su único y fracasado viaje a París: Horacio Quiroga.

La experiencia vital y la literaria se funden entonces; se funden siempre en este incansable trabajador u "oficiante" de la palabra escrita; palabra narrada (Los hombres del agua, 1988 Destabanda), (Los Hombres del fuego, EBO, Mdeo., 1993) o Palabra sobre Palabra (Casa de Nuna, Salto, 1991) que es el otro eslabón antológico poético que va elaborando la cadena que atrae los diversos mundos de un creador que también es ensayista e incansable investigador de la vida, obra y mito del elegante versificador de Los arrecifes de coral.

Pero, ante todo, Leonardo Garet es un infatigable explorador de sí mismo, sin miedo a transitar -por entre la geografía de su espíritu creador y sensitivo- oasis o desiertos, montañas o llanuras con lo que en cada día vivido u hoja convertida en página queda una anotación más para la bitácora del ánimo andariego.

 

Siete regiones de un país sin límites


En noventaiocho páginas dispuestas en siete partes -y a las que Washington Benavides opta por llamar "siete libros o cuadernos de poemas"-Garet establece una topografía que es región, es estación, es, si no reencuentro, sí observar -desde la objetividad de su poética- lo que fueron aquellos días del amor en "Octubre". Porque aquí no solo se trata del 10º mes del año, sino de la significación de una época ("En octubre las palabras se desmadejan/(...)/El cuerpo entiende que hay instantes que valen la vida/(...)/...que el desamor es una culpa/(...)/...que él también es octubre"); un referente al que acudir cuando la memoria quiere devolverle, el rostro femenino a una dicha ("vos y yo/con toda la memoria/caminaremos por arriba de las esquinas"); a una angustia o resignación silenciosa ("tu cuerpo envía las señales/de un barco que se hunde/)...)/ en ese instante/en que el agua sube/y los huesos se vuelven remos"); sin embargo, quizás esta primera región -cuyo título es epónimo al del libro no contenga un único rostro y por lo tanto no construya a partir de una única dicha o una única angustia.

 

El leit-motiv de La Voz


La segunda región, los "Diálogos", se va trazando a través de nueve piezas poéticas en donde cierta Voz adquiere altura de reflexión filosófica; leitmotiv que campea a lo largo de los versos y ya desde la inauguración en el poema 1 sugiere un derrotero para la vida y la creación: "La verdad que para estar presente/deberías faltar un poco/(...)/tomar el camino más largo/y perderte/sobre todo perderte/hasta encontrar tu idioma/(...)/porque en forma secreta/te vas encontrando". Pero a veces, también, en estos "Diálogos" la voz del poeta se troca en voz del antepasado: "hace mucho que estoy adentro/y no recuerdo las llaves/que traigan las escaleras/que levantamos con tu abuela". La Tradición aquí es voz de un pasado ancestral o llamado de los dioses familiares -que supieron tener su lugar de devoción en el habitat pompeyano- quienes, sin embargo, ya no pueden "continuarle" el camino a un poeta que en la página anterior se fue encontrando y que en el poema 2 concluye por decir que "fue un llamado de mentira", porque "él solo quería/que yo entrara en su/casa": llamado revestido de ternura por aquel que sigue estando y que debe proseguir la ruta. Y en esa ruta por la región de los "Diálogos" es posible revivir para uno el mito o la memoria colectiva de ese Ulises que vuelve a escuchar "Las voces de las mujeres/de lejos/ondulantes cantos de sirenas" y que sin embargo no remiten a nada más que un leve encantamiento sin palabras; sin, esas palabras que sólo el viajero, el poeta, les podrá poner, porque "cada uno inventa/para salvar su vida" o para ratificar así uno de los cometidos esenciales de toda literatura.

 

Vínculos secretos


Más allá de la disposición en siete partes, cuadernos o regiones, las diferentes experiencias poéticas van elaborando un entramado de vínculos secretos que transcriben la estructura. Ya en el poema 5 de los "Diálogos" el poeta recrea a partir del ser amado: "Nos quedamos vos y yo/inventando el mundo/que tanto cuesta/con el sol remarcando la distancia/de lo piel con la mía", y estos versos nos devuelven a ese mes o época de Octubre en que "sin tu cirugía/no entiendo el mundo" ("Cuerpo en el aire") porque "el mundo es una pesadilla/que le ocurre a otros" ("Memoria de las manos") y entonces el poeta rememora "tu cuerpo de manos atadas/mientras el aire se llena de iniciales precisas/con la historia del mundo" ("Como en un avión").

Experiencias que valen en tanto se capitaliza lo aprendido; pero, quizás, para saber capitalizar la experiencia sea necesario adquirir un manejo eficiente de los instrumentos que hacen viable un oficio. Oficio de vivir y oficio de poetizar, para el Pavese en que una última anotación

en su diario -en agosto de 1950 desde el "albergo" Roma de Turín- dejó para el terreno de la suposiciones lo que pudo haber sido la siguiente mañana. En cambio, "E1 oficio de mirar mañana" -cuarta región en la geografía poética del Garet de Octubre-, es también vislumbrar un peregrinaje hacia las otras almas; explorar los cuerpos y sentir la necesidad de hora dar la piedra que es uno mismo, develando los enigmas del día/noche a través de esa palabra que queda descubierta luego de "soplarse despacio/para recuperar no los idiomas/sino la necesidad de inventar una palabra" porque "La historia está entera en el interior/de las piedras".

La historia de todos y de uno mismo se encierra tras una piedra y la palabra del poeta ahora como Excalibur que franquea lo impenetrable con su poder hermético, dando así posibilidad a que la luz emane a ilumine nuestros propios enigmas: "el ayer me habita/desde adentro hasta lo visible". Pero la historia posible para un postulado estético puede estar antes en un testimonio epistolar, amoroso, como da cuenta el soberbio "Circulares" en sus dos primeras estrofas: "Sólo una Carta de amor/se lee más veces que un poema/y crece en el bolsillo/hasta hacer escribir el poema/Para hablar de tus ojos/preciso las palabras/que desaparecen/cuando miro tus ojos".

 

Exploración de la palabra


"Diario de viaje" -integrado con ocho "estaciones"- configura el reencuentro del hombre consigo mismo, a través de las exploraciones por entre los testimonios de todos aquellos que han ido edificando tanto creencias ("Jerusalem") como culturas ("Roma"). Este es un viaje hacia otra dimensión desde la que sin embargo el verso pretende recuperar el terruño: "los aviones israelitas/pasan hacia el Líbano/y nosotros libramos una batalla/solos/contra los idiomas/(...)/pensando en campos con cuatro o cinco vacas/(...)/...nos quedamos en Salto/desde allí veremos el atardecer". Viaje que es también celebración de la amistad en "Elkin, Eliecer, Ricardo" o se vuelve quintaesencia de lo ya explorado en poemas anteriores como "Espejismo" y "Pregunta 1" -donde se evocan máscaras, espejos e imágenes-, cuando en "Roma" el poeta advierte que "todo se explica porque Roma/es la palabra amor frente al espejo"; y en la tercera parte del mismo poema la estética de Rushkin sale de Venecia para ir a instalarse en versos celebrando que "Las ruinas recuperan su edad en la noche/cuando no hay ojos/y se pueden sacar su vestido", mientras que en los ojos de los animales, en el andar sinuoso de los gatos y en el vuelo afantasmado de los murciélagos está implícita la memoria y tragedia de la raza humana, haciendo de los monumentos una persecución de la perdurabilidad en esta tierra.

"La poesía, los gatos y la lluvia se dan la mano", es el resultado de unir para un solo título los que llevan cuatro poemas diferentes. Y el que abre esta parte ("La poesía") ratifica que contrario a su ilustre coetáneo Quiroga, Garet adquiere una absoluta objetividad al abordar el tema del amor, "es un pacto/levantar el teléfono como el arca de salvación/y sentir que da ocupado ocupado/con quién será/quién será el que besa la piel que besamos/(...)", para concluir expresando que "escribir sobre el amor/es estar dispuesto a perderlo", con lo que este poema remite a prácticamente toda la primera parte del libro.

Octubre no finaliza en noviembre sino "Entre paredes altas" o condicionantes y desamores. Pero aquí el poeta refiere a la dificultad inicial de darle comienzo y cima al texto luego de la experiencia vital; luego de ese otro capítulo que a veces se cierra con un signo de interrogación y que es -como "La lluvia" que "se inclina ante cualquier suspiro/y no lleva cuenta de los amantes antiguos"; que "es una cosa que ocurre en el pasado", según Borges citado por Garet (pág. 83)- acontecimiento pretérito que se redimensiona con la versificación. Sin embargo, aun para la pergeñación del poema siempre se encuentran escollos iniciales; siempre el poeta pretende otorgarle al texto su poder conjurador: "si el poema dijera/levántate y anda"; pero si esto efectivamente sucediera el poema perdería esa efectividad que es la de reinterpretar la vida a través de la mirada y de la aprehensión de quien lee el texto, y a su posibilidad de otorgarle una interpretación intransferible. Y aquella objetividad que ya estaba de manifiesto tanto en "Octubre" como en el primero de los poemas que integran "La poesía los gatos...", en "Desamor 3" se reconoce que "No hay canción más triste/que la de una cara/que ya no sorprende/un trozo de piel/que se fue a vivir/en oscuro idioma"; versos que bien pueden recordarnos aquel último párrafo con el que cierra la primera novela de Malcolm Lwry, Ultramarina, y que también surge como producto de un largo viaje: "Porque, oh Janet, no hay peor tristeza que aquella que ha desaparecido definitivamente".

Todo Octubre se edifica entonces como una exploración de la mirada, la piedra, el cuerpo -o los cuerpos de los amantes-, el pasado, la infancia, la carta de amor que alimenta el poema que no llegará nunca a los secretos de la carta de amor (o a su significado final) y que ratifica, en este caso la solidez, de Leonardo Garet como poeta, si bien para llegara esa solidez, es preciso tener conciencia del propio tiempo de cada uno "porque es el nuestro/y ocurre por primera vez".

 

Guillermo Lopetegui, Montevideo (1955) Escritor, periodista. Colaborador de Noticias, El Día, Lea, El Observador. Autor de mediometrajes para video. Entre sus libros de cuentos: Brujas de aquí nomás (1993), Crepúsculo de los cautivos (1998), Serias picardías (2002) y La esperanza y su sombra (2007).

       
 

 

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