Cuando se me invitó a participar en esta 1era. aparición pública de una nueva revista salteña, dos cimbronazos recorrieron mi ser. Uno, de alegría. Nuevamente Salto contaría con aparición periodística además de las múltiples diarias. Semanarios fueron en su momento La Semana de Amengual, (que al desaparecer mantuvo su titularidad y nombre una librería y bazar del centro) o Salto Actualidad de Andrade Ambrosoni. Dos ejemplos que por su impacto y permanencia sobresalieron sobre otras muchas que tuvieron distintos destinos.
Si una impresión era de alegría, la otra de responsabilidad que tomábamos al aceptar la invitación. Hace más de 25 años que, a través de mis “Divagues” en diario Cambio, viñetas de pequeñas historias ciudadanas, tratamos de reconstruir un Salto que llegamos a soslayar o simplemente lo conocimos por dimes y diretes (antigua la expresión, ¿verdad?). Pero ahora lo queríamos encarar de otra manera.
La duda estaba en el tema a elegir para el inicio. Y consideramos como decíamos a nuestros alumnos en otros tiempos al estilo Perogrullo: “…lo mejor es empezar por el principio…”. Consideramos que paisajes y costumbres de nuestra ciudad, habría tiempo para resaltarlas. En último caso si alguien se sintiera urgido por ellas, tenía la guía turística para conocerlas.
Por eso opté por comenzar por “los salteños”, aquellos que son los responsables (para bien o para mal, eso lo veremos), de lo que es hoy nuestro departamento.
Desde ya te aviso que al no ser sociólogo o algo parecido, la seriedad de nuestro estudio está en la experiencia de un espectador que por más de 70 años vivió y vive entre coterráneos. Pretendo ser simplemente un testigo donde los salteños fueron mis maestros y mis discípulos; mis doctores y mis pacientes; mis amigos y mis contrincantes en deportes, política, y todo cuanto humanamente sucedió a mi alrededor. Solamente creo haber sido un observador serio que llevó la objetividad hasta donde le fue posible.
Solamente para ordenar lo que pretendo explicarte, dividí el tema en dos capítulos.
1) Los salteños fuera de Salto (de visitantes).
2) Los salteños como dueños de casa (de locatarios).
Por supuesto y contando desde ya con tu indulgencia, iniciamos por lo primero.
Fuera cual fuera su actividad, los salteños fuera de su ciudad, son abiertos. Francamente abiertos y comunicativos. Como te darás cuenta mis conceptos son generales ya que dentro de ese conglomerado pueden estar los que no siguen esa razón. Allá ellos, pues quedan fuera de nuestra generalidad. Sí, abiertos…pero los amigos deberán permanentemente bancarse sus alusiones a… ¡Salto!, por supuesto. Si no eres salteño y encuentras alguno por cualquier lado, lo sabrás enseguida. No pasarán 5 minutos de charla antes que tu interlocutor te nombre algo que lo relaciona a su tierra natal. Siendo estudiante y viendo esa costumbre que no me era ajena, parafraseamos una frase de un periodista correntino de Soiza Reilly (década del 40 al 50). Este tenía audiciones radiales, hablaba muy rápido y las terminaba diciendo: “Se te terminó tu cuarto de hora” (nombre y duración de sus cortos radiales). Este periodista mostraba su orgullo por Corrientes, como nosotros por nuestro departamento. Tomamos una de sus frases y con los cambios adecuados la usábamos para demostrar esas ansias que tiene el salteño de contar al desconocido, cuál es su ciudad de origen. Así quedaba la frase: “No le preguntes nunca a un uruguayo de dónde es…Si es salteño pronto te lo dirá.Y si no lo es…para qué recordarle su desgracia”. Medio chauvinista, ¿verdad?.
Y ese sentimiento no fue solo de aquella época. Recordemos que en el siglo XVIII fuimos República por dos meses. Sí, República independiente, con bandera (que la hicieron desaparecer hace pocos años..¿donde habrá ido a parar?), himno (“...Orientales la Patria peligra… reunidos al Salto volad…”). Del mismo autor que el Himno Nacional), ejército, etc. Todo eso caló hondo en nuestra idiosincracia. Muchos la tildaron de locura. Nosotros creemos que fue una linda locura, que aún nos enorgullece….
Tenemos dialecto propio. Llamamos “pandorga” a lo que la mayoría de los compatriotas conoce como “cometas”. El juego de las 5 piedras a levantar con una sola mano, para nosotros y para famoso tango es “la payanca” y no la “payana” como la denominan porteños de Montevideo o B. Aires. Un día en una parrilla de B. Aires nos acercamos y le pedimos al parrillero nos sirviera una “chuleta”. Se dio vuelta, me miró y preguntó: ¿De Concordia, verdad?. -Casi, casi - contesté. Entonces me explicó que en otro lado pidiera costeleta o no entenderían. El término era regional.
Un amigo de facultad, el Piove Perrone, catedrático, murguista, tenor del Sodre, etc. un día me preguntó: - “Luis Pasquet es salteño?”.-Sorprendido le contesté afirmativamente y pregunté comó lo había sabido. Era que en esa época (mil novecientos sesenta y pico) había estrenado en Finlandia donde estaba radicado, una opereta. El nombre de la misma era: “El tal sombrero de copa”. Ese término de “el tal” lo usamos los salteños para calificar superlativamente a algo. Lo usábamos habitualmente en nuestras charlas. La tal mina, El tal jugador, etc. Y cuando una delegación de la Facultad vino a Salto a presentar en nuestro Larrañaga la Estudiantina: “Llegó la Televisión a Salto”, dirigida por Perrone, se sorprendieron por la publicidad callejera. No por el hecho en sí, sino porque en ella los auto parlantes expresaban lo siguiente: “Hoy Estudiantina de Montevideo en el Larrañaga. Será… El tal espectáculo”. Confirmaba lo que nosotros usábamos y lo que el Gran Luis Pasquet desde Finlandia traslucía con honor a su origen naranjero.
Otra característica de los salteños fuera de su medio, es la idea fija de volver. Podrás decir que habitualmente todos los que se alejan de su rincón, piensan igual. Pero hicimos un balance de oriundos universitarios, deportistas, empresarios, funcionarios, en el exterior, etc. Y en todos los ítem, los salteños fueron los que más regresaron. Aún aquellos que fuera del país ganaban muy bien y tenían excelentes empleos. Registros nacionales muestran una clara diferencia en el regreso de salteños comparados con otros departamentos y regiones.
Cuando estamos afuera nos aprendemos de memoria la nómina de los “notables” que nacieron en nuestra tierra. Si fueron o son deportistas los campeonatos logrados, los grandes equipos que vistieron su casaca: si fueron escritores tener por lo menos algún ejemplar de alguna de sus manifestaciones poéticas o ensayos, premios obtenidos; si fuera político o estadista, cargos y méritos que lo adornaran. Así leíamos y escuchábamos a Wimpy, leíamos Amorim aunque entonces pocos lo entendíamos, nos horrorizábamos con los cuentos de Quiroga, nos hacíamos “la película” con la poesía de la joven Marosa, disfrutábamos con la del “profe” Jardim; nos divertíamos con Suarez (Peloduro); luchábamos entrar a la época de Felisa Lisasola, Garet Mas y el Divino Alfonso y además entender el superior espíritu libertario de Grompone. Seguíamos la carrera del atormentado Victor Lima. Y vibrábamos con los éxitos depotivos de Perucho Gonzalez, Rocha, Almeida, Goncalvez (aunque no salteño, era prestado). Repetíamos la trayectoria de nuestros sharistas (Vigo y Cacciaviliani), del tricolor Galvalissi y el gran Ramiro Cortés que pudimos ver en su plenitud deportiva. Y los récords de Irineo aunque nunca entramos a un circo hípico. Escuchábamos los discos de Chito Galindo (algunas de sus composiciones son hoy éxito en la interpretación de Los Nocheros,…), además discos de Juan C.Morgan, Lamarque Pons, Luis Pasquet, etc. Y qué no decir de aquellos que sin ser salteños, por amor… sí por amor, se autotitularon naranjeros. Como Blanes (montevideano), o Mattos Rodríguez (maragato).
El espíritu de todos aquellos salteños fuera de casa, los podemos resumir en una anécdota que trascendió fronteras. En los Juegos Olímpicos de Colombes (1924), fue considerado entonces el mejor jugador del mundo el salteño Leandro Andrade. En el libro de oro del fútbol de todas las épocas expuesto en Paris, sigue figurando entre los 50 mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos. Este moreno de privilegiado físico no solo deslumbraba en la cancha. Fuera de ella admirado por pintores y poetas, además de romper corazones entre las damas por sus asombrosos dotes físicos y deportivos. Simpatía a flor de piel, reluciente sonrisa y….(pero ¿cómo…no dice la contra que los salteños somos estirados y antipáticos…?).
Finalizados los Juegos Olímpicos, con la consagración de Uruguay Campeón, el simpático salteño fue “adoptado” por una condesa francesa, quien lo llevó a alojarse en su lujoso castillo de la Riviere. Hasta le ofreció casamiento. Pero extrañaba….y a los pocos meses regresó. En ese tiempo que estuvo fue centro de agasajos del “Tout” Paris, que inventaban distintas causas para homenajear a Leandro. Fue centro de la atención de artistas, periodistas y todo aquel conglomerado que conformaba en Francia el “jet-set”. Es que los parisinos fueron verdaderos adelantados de “la vida loca”.
En una de las múltiples despedidas en su honor, ya decidida su partida, le fue grabado un mensaje. Si nos atenemos a los tiempos, las radio-comunicaciones recién balbuceaban en 1924. Presentada la radio como medio de comunicación comercial en Paris en 1902, dos uruguayos fueron los adquirentes de los permisos de uso para Sud América y en el 24 aún no se realizaban transmisiones deportivas intercontinentales, nosotros hace unos 40 años escuchamos la grabación (no sabemos con qué razón realizada), en la Voz del Aire, emisora deportiva de Carve.
En la misma alguien preguntaba en una de esas fiestas a Leandro: “-¿ud. es argentino?”. La contestación fue tratando de hacer lo que creía sería un perfecto idioma francés. Acentuando palabras en español para que sonaran francesas. Pero lo fundamental es su contenido. En esas palabras están resumidas su orgullo de origen, de su ciudad y hasta de su barrio. Por eso te decía que resumo en él, el sentimiento de la diáspora naranjera distribuida por el mundo, del salteño fuera de casa. Así contestó Andrade: “-Je suí de Saltó… del barrio La Cachimbá”.
Ahora trataremos de saber cómo nos ven nuestros visitantes. Siempre se dijo de nosotros que somos “muuuuuy cerrados”. Puede haber sido en épocas pasadas. Por lo menos en estas últimas décadas, y comparándonos con sociedades de localidades vecinas, diríamos que tal vez en el 1er. contacto pueda así parecer, pero que transcurrido un tiempo, la defensa se afloja y a veces hasta demasiado. Ejemplos tenemos que finalmente brindamos más simpatías y facilidades a extraños que a propios. No por nada nuestra ciudad, según los últimos censos, aumentó su población en base a visitantes eventuales que finalizan radicándose. Seguramente no será por lo mal que los tratamos ¿verdad?.
Un aviso a los visitantes. Atención. Llegaste por el tiempo que fuera y te toma un salteño o salteña y no te librarás de un “tour” para mostrarte cosas que son notables…(para nosotros)…obligándote a verlas y disfrutarlas. Te mostramos nuestras costas, las cachueras, Salto Chico, Represa-Puente Internacional, Cuevas de San Antonio, Padre Pio (no está en Salto pero son apenas unos metros…), las Termas, múltiple hotelería 4 y 5 estrellas, discotecas, los atardeceres (aplaudilos por favor, acaso no son…¡más bellos que los de Punta…!), lugar de famosos Quilombos (“..mientras Paysandú trabaja, Mercedes duerme la siesta y Salto se divierte…”, publicado en 1929 cuando venían los vapores cargados de señores y jóvenes desde B. Aires, los fines de semana a recorrer nuestra zona pecaminosa. Fueron nuestra 1era. atracción turística y les debemos un recordatorio).
La Madre Natura privilegió a Salto (parece que hasta petróleo vamos a tener). Pero lamentablemente esperamos todo de ella para atraer visitantes.
Salto fue precursor de grandes eventos como la Fiesta de la Naranja, Domas en Otoño, Jineteadas, Aparcerías en Primavera, Cosquín en Salto, etc. Hoy las vemos por TV.
Otra de nuestras características caseras es la “impuntualidad”. Me lo hacían notar dos grandes amigos. Un Galés hoy fallecido y el otro descendiente de vascos. Aún en las ceremonias oficiales, el salteño hace uso y abuso de los 15 minutos de tolerancia del inicio de deportes. Cuantas veces comenzaron funciones de teatro y cine con la sala semivacía y cuando finalizaba la función estaba repleta, dándonos la gran sorpresa.
Un co-terráneo radicado en Sierra Chica (Córdoba) nos decía que cuadras antes de llegar una delegación caminando a su Parador, él sabía que eran uruguayos. Era simple, les veía tomando mate y el termo bajo el brazo. Pero también se animaba a decir si eran salteños. Ahí, presté atención. ¿Sabes como? Simplemente porque caminaban por la calle, desdeñando las veredas. Concluimos que entre nuestra añorada “Via Blanca” y la ausencia de aceras en la mayoría de los barrios, nos acostumbró a los salteños a marchar por la calle.
Cierro con un consejo para aquellos visitantes que desean saber si en su estadía lograron captar el auténtico espíritu salteño. Alguna prueba de si pudieron incorporar el ser salteño. Prueben…es un desafío.
Cuando abandonen Salto deben memorizar en silencio, algunas estrofas de “Adiós mi Salto” (V. Lima). Puede ser la que dice: “…mi pena en viaje por el rocío, te saludaba por no llorar…” Probalo. Em-pezá a entonarlo en tu partida… Y poné atención a estos síntomas:
Si entonces te aflora la añoranza….antes de partir; si sentís ausencia… sin haberte aún ausentado; si das prioridad al paisaje que vas dejando…y aunque te alejes seguís mirando melancólicamente lo que queda atrás, estén seguros señores visitantes, que sin quererlo o saberlo, incorporaron por siempre en su ser algo especial. Acaban de incorporar en ustedes para siempre, el espíru romántico – burlón – vanidoso – impuntual –desordenado - altamente solidario – sensiblero - picaresco ……..y definitivamente querible del viejo Salto. Para tu bien o tu mal…considérate desde ese instante como un salteño más. ¡¡Bienvenido!! a la comunidad naranjera. ¡Volveré!... te estaremos esperando.