HOMENAJE A ALTAMIDES JARDIM

Primer Café:


HOMENAJE A ALTAMIDES JARDIM


 

Profesores Leonardo Garet y Facundo Jardim
Profesores Leonardo Garet y Facundo Jardim

 

    Palabras de Leonardo Garet:
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"Recordar a Altamides para mí es recordar dos etapas: fue mi profesor y después tuve la gratísima y honrosa tarea de trabajar junto a él para recopilar su obra inédita, ordenarla y prologarla.

Como el recuerdo más lejano remite a mis años de estudiante, es una buena oportunidad para recordar a otros dos grandes docentes de Literatura: Leonel Carvalho y Luis Alberto Thévenet. Quiero traerles la figura de aquellos tres hombres, siempre de traje y con varias condiciones en común: la pasión por la literatura, la honestidad, la amplitud de criterios. Con formas y estilos de clases muy distintos. Leonel Carvalho reconcentrado, serio, hablando en una forma tan meditabunda, que podría confundírsele con un profesor que desentrañaba un tema filosófico. Asistir a sus clases era asistir a una disertación académica donde el alumno tenía que entrar en el discurso. Luis Alberto Thévenet era lo contrario, era la jovialidad, el hombre que no se sentaba nunca sino que caminaba, siempre vistiendo traje marrón y con un cigarro peluquilla, a punto de caerse de sus labios. Thévenet podía haber sido profesor de historia o de sociología, porque le gustaba el contexto, los arrabales de la literatura. Altamides Jardim no podía haber sido profesor de filosofía, como Leonel, ni de historia, como Thévenet, solo podía haber sido profesor de literatura. Daba sus clases de pie y representando con sus manos y con su voz, que modelaba y transmitía gesticulando permanentemente. Todo lo transformaba en teatro. Era como si de sus palabras saliera la figura de Altamides convertida en Edipo o Mácbeth. A ellos tres, Leonel, Thévenet y Altamides, debo buena parte de mi pasión por la literatura y la docencia. Y al recordarlos siento profundo y digo: ¡qué lindo sería volver a escucharlos!.

A Altamides, antes que como profesor, lo conocí como poeta. Mi padre lo valoraba y como cumplía desinteresadamente el apostolado de dar charlas radiales semanal o quincenalmente sobre temas literarios, más de una vez se refirió a Altamides.  Solía decirme: "Altamides tiene un solo libro y puede estar entre los mejores poetas y tiene un poema que solo ese poema vale el libro y tiene un verso que solo ese verso vale el poema"; y recitaba entonces: "la tarde no quería morir sin escuchar al guitarrero ciego".

Cielo y Raíz, el poemario el que pertenece el poema citado, es de continuos deslumbramientos. Es un libro donde el paisaje tiene un protagonismo de primer plano, donde la sensualidad, la fruición por los elementos naturales, se denota con imágenes definitivas y originales. El campo adquieren una hondura metafísica. "Campos, campos, campos...", se repite como si fuera una réplica de "alegría del mar, alegría del mar, alegría del mar...", de Carlos Sabat Ercasty. Todo Cielo y Raíz es una celebración del paisaje. Cincuenta años después, en Corazón Molinero, el paisaje ya no aparece en primer plano y sus imágenes están al servicio de las ideas. En Corazón Molinero importa más lo conceptual. Y sin duda de estos dos estilos vamos a escuchar comentarios de Facundo, su nieto. Así como digo que tengo el orgullo de haber sido alumno de Altamides, lo tengo también de haber sido profesor de sus nietos, Facundo y Nicolás".

A continuación  el Ac. Leonardo Garet leyó un cuento, casi desconocido, de Altamides Jardim, a modo de ejemplo de las buenas condiciones que poseía para la narrativa, a la que, sin embargo, no volvió.

 


 

El cerne


     -Desengáñese, compadre Ladislao; los guenos tiempos se jueron pa siempre. ¡Apresea un amargo?
     La que así habla y razona, es la dueña de casa, doña Eufrasia, mujer muy entrada en años pero de un carácter dicharachero y juvenil.
     Mientras tanto, la orquesta, compuesta de un acordeón y dos guitarras, violenta la pasividad de un tango dormilón, desterrado de la ciudad "por fuera de moda".
     La pieza del rancho es chica; las parejas bailan apretadas y a saltos; las botas paisanas no se deslizan con suavidad sobre el piso. resabios de zapateados pericones hay en sus tacos.
     Las lamparillas tienen resplandores agonizantes. en la puerta, del lado de afuera, muchos mozos esperan un momento oportuno para golpear las manos a un tiempo, requiriendo su turno.
     -¡Otro mate, compadre?...Y préstem'el tabaco; vi' hacer un cigarro...
     -Ahí tiene, comadre... - dice Ladislao, tomando el mate y alcanzando los avíos.
     -Chá, los gauchos de aura...- prosigue doña Eufrasia, liando su cigarro y señalando a las parejas- Bailan tangos y visten mesmo que puebleros... - Y, acercándose más a su compadre: -Dispués, son flojos como tubiano pa l'agua; parecen haber estao abichaos en l' ombligo; se arrollan al primer puntazo...Charquean siempre... ¡De' ande corazón pa' un apuro!... ¡Puro bofes!...
     -Pa mí que no es tan ansina, les queda algo...
     -Desengañesé, compadre; de los mozos de mis tiempos, no les queda ni' un pelo e' barba pa semilla...
     -Les queda algo, comadre: el cerne; l' único, que tienen más cáscara...
     A esta altura del diálogo sobrevino una disputa. un bailarín, al recibir de un moza el "disprecio" de no querer acompañarlo, le ha espetado un atrevido dicho gaucho para estas ocasiones... Pero, ya está entre ellos otro hombre, deteniendo el ademán violento con que el agraviado acompañó sus últimas palabras. Los dos hombres se miran fijamente unos instantes, como estudiándose, mientras de sus labios se escapan palabras que requieren hechos. Así parecen entenderlo, porque, pálidos de coraje, salen del rancho, a pesar de los esfuerzos de los demás por detenerlos.
     La noche está oscura. Los puñales, al chocarse chispean. Si no fuera por el ruido que producen los aceros al juntarse, se pensaría en una ronda de bichitos de luz...
     Por fin los presentes logran reducir a los contendores; a uno de ellos ya se le había ido un poco la mano...Es entonces cuando dos jinetes detienen sus cabalgaduras a pocos pasos del rancho, anunciándose con un prolongado ¡Buenas noches!...
     -Muy guenas...-contesta con calma la dueña de casa, reconociendo a los recién llegados-. Abájense y vayan dentrando...
     Al mismo tiempo, alguien, como a manera de saludo, alcanza a uno de ellos una botella a medio vaciar y, a falta de rótulo, agrega: "Brasilera, mi comisario...". Por unos segundos la boca de la botella se enchufa en los labios de la autoridad, que no tiene, al devolverla, ni un pestañeo fuerte.
     La orquesta acomete un delirio de notas y la corriente del baile encuentra rápidamente su desviado cauce.
     Antes de entrar, el comisario, como recelando, pregunta si hay alguna novedad.
     -Ninguna, señor comisario...-responde, sin inmutarse, doña Eufrasia.
     Clavados en la quincha del rancho están los puñales, uno de ellos manchado de sangre.
     El comisario, aunque ha visto algo, ya está dispuesto a hacer la vista gorda. Por eso, cuando desde el fondo de la sala una morocha de ojos perversos le alarga una sonrisa, va resueltamente hacia ella, le desliza al oído una palabra galante y, enlazando su cintura, se lanza entre las parejas, que, ágiles, se van envolviendo en el hilo sonoro de un vals.
     Al llegar junto a la puerta, le grita a su asistente:
     -¡Sargento! Aflójele la cincha al doradillo.
     En un rincón se reanuda el interrumpido diálogo:
     -¡Bien asertao, compadre! Les quedaba algo...
     -Asigún, comadre...Créiba que había más cáscara...
     -Y, en cambio, había más cerne...¡Dios se los conserve! ¿Otro mate, compadre?

 


  

Altamides Jardim

 

    Palabras de Facundo Jardim:
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“Fui convocado hoy para referirme a mi abuelo. Es un honor para mí formar parte de este ciclo por lo que también es tiempo de agradecimientos. Agradezco a la vida por permitirme poder expresarme en este momento. Les agradezco a ustedes por estar presentes y acercarme su respeto. Y también quiero agradecerle a mi profesor Leonardo Garet, por su incondicional solidaridad y compromiso con la memoria de Altamides. Es el compromiso del maestro y su alumno. Entre Altamides y Leonardo. Entre Leonardo y yo. Porque mientras existan enemigos comunes entre las personas, la fortaleza sigue en pie.
Altamides Jardim nació el 24 de diciembre de 1903, cerca del pueblo Cabellos, a Orillas del Ceballos, zona hoy conocida como “Baltasar Brum”. Sus padres fueron Alfredo G. Jardim, criador de profesión, y Concepción Amaral, lugareña, fue el menor de 4 hermanos: Arístides, Ataídes y Aura. Sus abuelos, provenientes del Brasil, fueron Leopoldo Jardim y Joaquín Amaral. Se recuerda la existencia de un tío que había militado en los ejércitos de aquellas tierras norteñas. Sus primeros años transcurrieron entre aquella imprecisa zona y Yacutujá, en donde asistió a la escuela de Parada Fariña. Años después su familia se traslada a “La Blanqueada”, tierras cercanas a Bella Unión. El profundo contacto con el paisaje que lo vio nacer, fue motivo poético pleno de abstracciones que dieron dimensión a sus primeras creaciones.

 


 

 

Campos

“Campos, campos, campos
hacia todos los límites, hacia todos los cielos,
que se van abriendo como una mano luminosa.
Y el recio galopar de mi caballo
que se traga las horas en las distancias...
y la loca alegría de mi pecho,
y la savia salvaje que colora mi sangre
y enciende mis venas...
y los paisajes que mis ojos muerden.
Y las flautas encantadas de los pájaros.
Y el viento que delira en los flecos de mi poncho
y se enreda en los pastos
y se amarra en las barrancas

(de “Cielo y Raíz”)

 

 


 

La segunda década del siglo XX lo encuentra a Altamides en Montevideo. Allí comienza sus estudios de Derecho. 
Los avatares de un siglo convulso en el plano social y económico, lo contactan con un ambiente fermental en el plano político y cultural. Consigue su primer trabajo en el buró de Roque Couture en el cual permanece durante un tiempo. Paralelamente, se inician sus primeras colaboraciones con publicaciones como: 'El fogón', “Mundo Uruguayo” y “Voluntad”. De aquella época se recuerdan algunos amigos con quienes mantendrá, aún tiempo después, asidua correspondencia. Uno de ellos, que tenía conocimientos sobre aviación, asistiría posteriormente como voluntario en la defensa de la República Española ante el avance franquista respaldado por el imperio nazi.

 


 

 

Sueño

“Anoche vino a verme en sueño
un amigo
por mucho tiempo
ausente para siempre.
Se apresuró a morir
en luna nueva
sin que la vida lo viviera
más que en regazos
de brisas de relámpagos.

Afirmo que lo conversado
estuvo dentro
de la común sentencia
que menoscaba
en conjeturas al universo:
“No está todo dicho todavía”.

¿Qué hay de la verdad
expresada por los muertos
en nuestros sueños?
Sin creer
que las lágrimas se hagan ríos
me atrevo,
a extractar el final de lo enunciado por mi amigo
con los ojos maduros
al cambiar de colores
y como tenor de adiós definitivo:
“poseo por almohada
la misma estrella
que poseí de niño””

(de “Raíces Abiertas”)

 


Altamides también expresaría su sensibilidad y compromiso político con las causas sociales nobles en el mundo dejando clara su postura en su  defensa intelectual y política de sus ideales. A continuación un fragmento de su conferencia “¿Qué hacer?”:

“Si estas simples palabras que voy a pronunciar, tuvieran la ventura de despertar en ustedes una inquietud capaz de llevarles a un poco de meditación sobre ellas, os aseguro que recibiría esa gran satisfacción que debe recibir todo hombre sencillo que al decir sus pequeñas verdades, aquellas que él cree que conduce al camino del bien, se sienta en parte aceptado. Sé, además, que he de aparecer para muchos tendencioso ¿Pero no es esta la hora de aclararse? ¿No es esta la hora del claro desvelo; la de señalar nuestro sendero? Y aquel que no se aclare, ¡Cuán oscuro ha de ser! ¡Cuán pequeña y miserable su condición humana! Por lo demás lo que voy a decirles no será  obstáculo para que mañana otro conferencista pronuncie puntos de mira muy distintos de los míos conteniendo, eso sí, la igualdad central, que en este caso es la lucha por la derrota total del nazi-fascismo, de hórrida matriz.”

En 1934 se instala en Salto, ciudad en la que se radicará definitivamente. Convive inicialmente con su amigo y colega Guido Castillo en el Cerro, en el terreno que hoy es la casa de mis abuelos. Allí se puede decir que comienza su arraigo con el barrio.

  


  

Barrio

“¡Cómo están de gentes las puertas!
Bienhayan el cielo y la tierra
para tamañas sonrisas.
Y las tapias como nuevas
después del aguacero.
¡Qué lindo huelen los árboles
El fútbol muerde las piernas,
y la alegría de los niños
hierve de luz en las calles”

(de “Cielo y raíz”)

 


 

Sus primeros trabajos en Salto transcurren entre la emisión radial de su programa cultural  “Arco Iris” y la docencia particular. En el año 1935 publica 'Cielo y Raíz'. Su ingreso a Secundaria se da en el año 1942, cargo que despeñaría durante 47 años ininterrumpidos. Participó activamente en esta etapa de la Asociación Cultural “Horacio Quiroga” junto a Enrique Amorin, Marosa Di Giorgio, Martha Peralta, Isaura Pizarrosa y Margarita Muñoa entre otros. Coincido plenamente con Leonardo Garet cuando este señala que “en todo ese paréntesis (el que va desde su primera publicación a la segunda) su fuerza creadora se aplicó enteramente ensus clases de literatura”.Decía Altamides  sobre la docencia y la literatura:

“Considerando a la literatura como la más alta expresión de la cultura y la única que abarca todos sus dominios, menester es confirmar que ella es la que nos revela con mayor propiedad y hondura la entraña candente de cada época; es decir, su drama social, que es a la vez moral...De ahí que, quienes tienen en su deber el impartir su enseñanza en nuestros liceos, deban gravitar en constantes y depuradas preocupaciones. El deleite estético va más allá de la sensación y requiere un sentido inteligente para hallar la verdadera respuesta en la cultura. Enseñar literatura no es solamente enseñar a los alumnos a descubrir las interioridades de las obra literarias con finalidad de sublimación estética, sino fundamentalmente enseñar a formar en ellos , a través de la lectura, el sentimiento de su responsabilidad humana, es la esencia social, que no sin peligro puede ser omitida en nuestra enseñanza. De modo que consideramos de vital importancia el enseñar a indagar y a comprender estimativamente en las obras literarias, la invalorable experiencia  de dramas sociales que unida a nuestro drama social del presente que nos solicita material y espiritualmente a cada paso, conducirá a quienes reciban nuestras enseñanzas hacia la posición donde se conjugan enaltecedoras eficacias que elaboran heroicamente el destino humano de nuestra época.

No concordamos, porque nos impide un sustantivo fervor optimista, con quienes creen en la falta de sensibilidad del alumnado, sino más bien en la escasa sensibilidad con que es transmitida la enseñanza. Si esta no se hace viva y actuante ( “Huid de las cosas fenecidas – amemos lo que vive” dijo Goethe) encontrará siempre el eco necesario que responda a las exigencias del profesor...”

Agregaría también que su fuerza creadora se manifestó también hacia su familia, dado que con mi abuela Olinda, con quienes eran vecinos, se conocieron alrededor del año 1952.

 


 

A esta mujer

“Esta mujer
acostumbrada a mis ojos,
urgida de resplandores de cielos
y calzada de raíces,
que transita por mis días
con semillas en los labios
escardándome la sangre
en la entraña de los hijos,
es presencia mar
con las olas de espejos en las manos
en las más arduas instancias.
Esta mujer
que oceánica sus pasos
en la sencilla y honda
opción
de requerir la dicha para todos
sin que obvie sus ojos
una malquerida lágrima,
que configura rocío en las mañanas
y almohadilla de luna
en las noches
en que fuera de sus brazos
no existe la ternura;
a esta mujer,
que sin dejar de lado la muerte
con su pedagogía del llanto,
vive un despertar contínuo,
en la que maduré horizontes
y conjugué
mis horas afectivas
apostando mi estrella a su signo,
no han alcanzado mis lindes
a encalar
el poema de su vida,
perceptible en altos sueños
de verticales acasos,
y en pequeñas cosas,
pedazos de vida
que asedian distancias
sin pergaminos de estatuas
y adhieren sus oídos
a las estrías
del aire que respiro,
mientras no cese
el léxico de mi sombra.

 (de “Raíces abiertas”)

 


 

 

Con el advenimiento de los años llegaron los hijos, Sergio, Rodrigo y Ramiro, criados y formados en los más altos valores de la cultura, entre libros y personalidades que supieron acompañar directa e indirectamente a la familia. Se recuerda a Rodney Arismendi, Enrique Rodríguez, Bruscheras, Alba Roballos, Rodriguez Musmanno, Enrique Cesio, Jorge Andrade Ambrosoni, a sus colegas Thévenet, Aníbal Alves, a Waldemar y Leonel Carvalho. Llegan los duros años de ostracismo y censura. Altamides se jubila en abril del 73, meses antes del golpe de estado. Llega a brindar clases abiertas en el liceo nocturno del cual había sido profesor honorario junto con otros notables y dignísimos docentes. Concurrieron a estos encuentros centenares de jóvenes, hoy adultos, que me recuerdan algunas de aquellas clases. En esta etapa Altamides se mantuvo conciliador pero también supo defender duramente sus ideales mediante su precisa palabra, tenaz y comprometida, aún cuando esto conllevara un altísimo costo familiar. Mi padre, Rodrigo Jardim, militante de las ideas de su padre y el partido, se convierte, en el año 75, en uno de los presos políticos más jóvenes de la historia de nuestro país. Años después , participa del ciclo de publicaciones literarias “Apuntes de Literatura” de Diario el Pueblo junto al profesor Guarino, en donde se manifiesta el compromiso con la cultura heredado de mi abuelo. Sergio, de activa y constante participación política hasta su reciente partida, debió exiliarse a Dinamarca con su pequeño hijo Valerio, de apenas un mes de vida. Desde la dolorosa distancia, luchó por la recuperación de las libertades soberanas de los pueblos latinoamericanos y difundió la obra de Altamides en la lejana Europa. Ramiro, el menor de los tres, llenaría de unión y orgullo a nuestra familia.

 


  

Prisionera la paloma

“Prisionera la paloma.
Los buitres en libertad.

Prisionera la paloma:
los horizontes sin rejas
para su clamor mundial.

Los buitres en libertad
limitados al estertor
de su apetito brutal.

Prisionera la paloma
no ha de cesar en sus vuelos.
Los buitres en libertad
manchan de sangre sus cuellos,
guarismo de un tiempo roto
les tiembla en las yugulares.

Prisionera la paloma
dejará una vida entera;
los buitres, solo cadáveres. 

(de “Caballos de las tormentas”)

  


 

 

En el año 87, en el contexto de homenajes que le fueron realizados, presenta 'Corazón Molinero'. En el año 95 se publican sus 'Poesías Completas', publicación que contó con el vital aporte del profesor Leonardo Garet para su realización.

Olinda destaca que sin él, esta no hubiese sido posible. 

Altamides libró sus  convicciones en todos los frentes en los que creía, la poesía, la docencia y las altas causas sociales. De allí nuestra familia creció pensando en esas frecuencias. Sus poemas fueron la extensión de sus días, la docencia fue su compromiso y su postura la más alta, Creía en la militancia de sus ideas. Enseñaba porque proteger el pensamiento es proteger al hombre de la ignorancia. Creaba con su ser entero. Con su imagen reflejaba lo que en sus ideas meditaba. Un recorrido austero y maravilloso por la vida.

 


 

Mi casa

El que quiera encontrarme
no yerrará mi casa,
su frente amanece en las rosas
y claridad fraterna
es dueña de sus puertas. 

Me encontrará exaltando
cada día que nazco:
en la brizna de luz
que incita a perpetuarse,
en el grito que trasunta
persuasión de horizontes,
en el llanto que ahonda
sonoridad de sangre,
en la palabra que ilumina
no tropezar los sueños,
en la flor que exquisita
perfección exhalada,
en el canto del viento
que sedienta
la boca de los trigales,
y en el puño,
que abre su mano
a toda amistad y desamparo.           

(de 'Raíces abiertas')

 


 

 

Mi abuelo falleció el 19 de febrero de 1995, fecha signada por su importancia en los anales de la literatura, fecha también de mi nacimiento diez años antes.

Confieso, en lo personal, que me resultó en principio complejo descubrir y dilucidar desde que lugar referirme a Altamides. Nos une la sangre, el compromiso y la vocación. No tardé en suponer que la única experiencia personal e intransferible que con ustedes puedo compartir es la de Altamides como mi abuelo. Conocí al hombre sereno, seguro de sus palabras, de quien recibí su cariño, su carácter apacible y sobre todo humano:

 


 

 

Sin ser Dios

Me propongo
recostado a este domingo
total sumergido en su luz,
olvidado de pagar el alquiler
de mi estado de salud,
esparcido y rotundo,
sin rígidas cadenas
ni negras campanas
urdiendo el eslabón,
saborear la Nada
con paladar de Todo
sin ser Dios.

(de 'Corazón Molinero')

 


 

 

No fueron pocas las oportunidades en las que sus alumnos me regalaron imágenes personales de su entrañable profesor. Casi pude vivenciar sus clases a través de la emoción contenida entre tantos recuerdos dignos. Tampoco estuve ajeno a la trascendencia de sus ideas y compromiso con las causassociales. Me aseguraron al hombre entero en sus conceptos. Hombre nacido en un siglo convulso en donde la claridad de sus ideas fueron un paradero, un estandarte del cual asirse. Su compromiso de expresión local y voluntad universal fue fundador de nuestra familia. Nos heredó la responsabilidad ineludible ante el sufrimiento ajeno que conlleva el cultivo del espíritu sensible. También nos transmitió el placer intrínseco al uso estético del lenguaje, las maravillas poéticas detrás del decir literario: 

 


 

 

Quedar 

Quiero asegurar mi voz
en el verde de los árboles
cundo me voy
sobrado de heridas
y la tierra
se agranda en desmesura. 

Quiero asegurar mi canto
en vértigo de pájaros,
renacer de gargantas,
espesor de pechos
y verticales ansias,
cuando se estreche el camino
que es de todos
y de uno solo 

Quiero quedar:
en la corriente de los ríos,
en el sonido de las piedras
fijas en las orillas
y en la humildad,
de los cercos,
que ofrecen rosas
al que camina. 

(de 'Caballos de las tormentas')

  


 

  

Por último, y para despedirme, quiero dirigirme a mis colegas como docente, interpretando desde lo personal el legado de mi abuelo. Con el debido respeto que les tengo, quiero recordarles que no se olviden de la importancia que en la decisión de un joven tiene nuestra palabra, antes del último gran día de la vida, en donde debemos elegir que visión de la existencia vamos a tener y quienes vamos a ser.

A mi abuelo Altamides Jardim, a mi padre, a mis tíos, a mis hermanos de la vida y a mis amigos. Para Olinda y Juliana”

 

INVITACION AL CAFÉ LITERARIO DE Altamides Jardim

 

 

       
 

 

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