En pocas palabras intentaré definir uno de los rasgos sobresalientes de la poética de Mario Mele, (Paysandú, 1954), en la inmejorable oportunidad de la inminente aparición de un nuevo libro suyo. Mele no es complaciente con un tema, con su forma más socorrida, ni con su personaje –él mismo yo lírico- que transita desolado la atracción y la limitación en que consiste todo encuentro amoroso. Raro caso éste, de fidelidad nada más que a la poesía. No pretende la fácil aprobación, tampoco es de los que cree que se gana por número de páginas publicadas. Es la suya la poesía que se hace en silencio y lenta depuración. Tal es así que casi puede decirse que toda su obra se encuentra contenida en su último título, La camena (Ed. Aldebarán, 1999).
Estamos en vísperas de Café negro que saldrá con el mismo sello del anterior, Ediciones Aldebarán. (Corresponde recordar que con este libro, Mele obtuvo el más alto galardón de la poesía sanducera: Mención en la categoría inéditos, Concurso Anual de la Intendencia Municipal de Montevideo, año 2002.)
Porque he tenido la posibilidad de conocer el texto antes de que entrara en imprenta, puedo decir que Café negro será una nueva muestra de alguien que tiene algo para decir, que no escribe con mera acumulación de palabras al alcance de cualquiera que juegue con ellas. Es la suya una poesía que nace, como quería Rilke, por necesidad y, por lo tanto, deseo de ser entendido. Y porque se sepa, definitivamente, que el oficio de escribir es algo serio y no una pirotecnia de catarsis. En este libro que dentro de pocos días estará en nuestras calles, el autor sigue persiguiendo “su lenguaje propio”.
Quienes acompañamos desde el comienzo la vocación poética de Mario Mele, sentimos hoy legítima alegría, porque en Café negro el tema del amor llega a una cima personal, clara, intransferible.
Y resulta muy grato celebrarlo.
Leonardo Garet