Por Osvaldo Pol
RECIBI, mi Leonardo, tu poema.
Y todo lo que en él de vos alumbra.
Porque no, no soy yo, aunque lo quisiera
mi vanidad que tu palabra agita,
el que aparece allí conmemorado
con agudeza y voz invalorable.
Es el autor -Poeta el que, embriagado
aún de aquella luz que en el Oriente
vio restallar en la Ciudad amada,
siente lo que vivió entre sus murallas
como el presente que el afecto aviva.
¡Fue tanto lo que allí nos esperaba!
¡Y tanto más lo que el balance cifra!
Quizás la libertad de extranjería.
Quizás esa preñez de las palabras.
Quizás el corazón que en vilo estalla
cuando el encuentro toca hasta la hondura
y uno vuelve a nacer ya bautizado
con el gozo de ser un elegido,
la certeza de estar encaminado,
descubriendo que el día es la aventura
que de golpe nos pone ante el milagro.
Entonces duele menos el destino
de ser del Sur, que desde allí mirado
se vuelve un privilegio inmerecido.
Duele menos estar encadenado
a este oficio voraz de la Poesía
que ya no sólo a la ilusión avoca
sino también a la amistad y el viaje.
El viaje que esta vez llevó a las fuentes
de la Palabra misma y su dulzura,
que nos puso tan cerca del pasado,
que nos abrió horizontes de humanismo,
que nos habló de exilios y de muertes
mientras nos inyectaba tanta vida,
calor de asentamientos y epopeya.
El vendaval de fuerzas que se anida
en esta historia a que el 2000 convoca...
Todo, en fin, para hacernos memorable
lo que allí nos pasó.
Y no es lo menos
(al menos para mí) dar con tu nombre,
con la rotunda y clara jerarquía
de tu uruguaya pinta de salteño
(cuánta sincera cantidad de asombro!
cuánta limpia apostura de Poeta!
cuánto de pudorosa bonhomía
y de viril frescura adolescente!),
de la tensión espiritual que aflora
cuando olvidas el bosque de lecturas
e intelectuales marcas de erudito
y resistes el chiste que enmascara,
cuando el denso silencio te acamala
y por los ojos se te escapa el alma...
Mi Leonardo Garet: también yo pude
atesorar de vos una montaña
de datos para siempre acariciados.
Te queda tanto por andar y tantos
los registros que harán vibrar tu verso,
los zigzags de tus sueños desplegados
y el corazón inmenso que enarbolas,
que desde aquí quisiera que aceptaras
(como agradecimiento a tu poema,
a tus cartas intensas, tus llamadas,
tu amistad que valoro anonadado)
mis augurios más ciertos, mi deseo
de que los días se te vuelvan alas,
de que el amor te cerque y te acorrale,
que la palabra te fecunde y sacie,
que el Uruguay te mime y te estercole
hasta fructificar pleno de gracia
y que el Dios silencioso y escondido
en esas cabalísticas urdimbres
que tu curiosidad urga e indaga,
te dé dar con el Nombre de los Nombres,
te nutra de alegría, gloria y fama.
Te abrazo hermano, aquí, tras de los Ríos,
en esta Córdoba donde las Pascuas
son de un azogue azul y rojo llama.
Osvaldo Pol Abril 1993
Osvaldo Pol, poeta, nació en Córdoba, Argentina, en 1935. Publicó entre otros poemarios los siguientes: Los bordes de la herida (1978), Situación y criba (1990), Las aves nos saben (1997) y Recapitulaciones (2001).