Por Leonardo Garet
La poesía es un viaje hacia las regiones creadas en el mismo acto y momento de proyectarlo. Así se comprende la magnitud del desafío. Poetas hay que iniciaron con su obra una forma de sentir, o de concebir el mundo. Pero, ¿qué cantan los poetas de ahora? Miran hacia su interior y cantan un mensaje muchas veces críptico, a veces mala y deliberadamente críptico. La difícil sencillez del tema declarado, es un envidiable desafío que se suele eludir.
Es inabarcable pero tentador lo que se planteó un conjunto de amigos. Cantar un tema, una idea, un imaginario. Convocados por una boliviana, Silvia Terceros, que les llamó la atención sobre su país, concertaron unir la sintonía de sus intereses creadores para cantarle al país de la visitante. Y Bolivia, la patria que no tiene salida al mar, tuvo una salida natural hacia la poesía porque así lo dicta su historia, su geografía y su etnia. Bolivia es una apoteosis de la naturaleza y de la presencia de lo intrínsecamente americano. Cantarle a Bolivia es cantarle a América. Demasiado maqanaku (pelea), existe todavía entre los americanos y es bueno que este grupo de amigos, desde Colonia del Sacramento, Uruguay, a través de la poesía, busque el munanaku (quererse).
Elena Lafert, Magdalena Thompson, Luis Carro, Melina Draper, Marta Muriago, Sebastián Rivero, Leo Lesci y Silvia Terceros son los que emprendieron el viaje hacia la historia y la lengua para llegar, con la diversa suerte de todo viajero, a la Bolivia que se empieza a conocer en los mapas y en los informativos, se sigue conociendo al ingresar a su territorio y no se termina de conocer ni aún después de vivir entre su gente, de subir a su lago, de recorrer pequeñas aldeas y de escrutar los rincones de La Paz, Oruro, Sucre, o Potosí, porque atesora una experiencia humana que se prolonga a través de los siglos. Bolivia de gente maravillosa y única, sentidora profunda de sus tradiciones y esperanzada conmovedoramente en su porvenir.
La aventura poética de Munanaku es por demás rica y digna de emulación. Unir las voces y hacerlo por una causa tan noble como enaltecer un querido país hermano es más que una tarea simpática una tarea necesaria. Por entre el horizonte recortado de la cordillera y de su lago de magia, se superponen en este libro de múltiples miradas, el horizonte formado por palabras como grafía y como sentido, en sus valores morfológico, semántico, filológico, sonoro. A estos diversos aspectos se inclinan los responsables de estas ocho miradas. Hay quienes tienen a Bolivia en el corazón, otros en el entendimiento y otros sumaron sus voces al coro, aunque no hablando concretamente de Bolivia. Como diría Darío: “todo buena cosecha”. O mejor: ¡Vale un Potosí!
Este abrazo de palabras proclama un “munanaku” americano, que va más allá de las ocasionales desavenencias que puedan tener los países. Podemos cantar desde todos los rincones: Esta tierra inocente y hermosa // que ha debido a Bolívar su nombre.