por Leonardo Garet
Leer una obra literaria es entregarse a la fantasía con el poder de un rey. Ese pequeño mundo, llámese Poema de los dones, Divina Comedia o Madame Bovary nos permite movernos con gran libertad y sentirnos libres a la vez que enteramente desvalidos, porque somos reyes que no podemos hacer otra cosa que disfrutar encomendándonos a nuestros súbditos.
La Literatura está siendo sometida al mismo proceso de desgaste y desvalorización que la educación. Se pone en tela de juicio el valor de la educación humanística. En lugar de profundizar en el lenguaje literario se compran videos con películas basadas en obras literarias para incentivar la lectura. Muchos son los profesores que pasan esos videos como motivación de sus clases. Si el texto necesita ser motivado con un lenguaje distinto al suyo, podemos asegurar que estamos contribuyendo a abrir la tumba de la literatura. Si decae la literatura arrastra al lenguaje y si decae el lenguaje se precipita la condición humana porque somos lenguaje. Somos esas piedras dispersas de la Torre de Babel. Piedra, o los dados de Mallarmé. Un cubo de dados que siempre resuena. Y con ser nada más que dados, nada más que piedras, sonidos o signos, son los elementos para hacer el “trabajo” diría el alquimista, de transformar un bruto en un ser inteligente y sensible, un autómata en alguien dueño de su destino.
La literatura ha encaminado sus pasos después de los parricidios de las Corrientes de Vanguardia. Se le restituye su valor al escritor. Que siempre debe ser contestatario pero en profundidad, proponiendo nuevas realidades, no confundiendo el rol que debe cumplir en la sociedad. A este lugar no todos lo ocupan porque prefieren aceptar los puestos de vidriera que ofrece la sociedad de consumo.
Las piedras de la Torre de Babel, las que no se quemaron por el rayo se están consumiendo por el agujero de ozono cultural, que acrecientan quienes dejan de lado la literatura en serio. Agujero tanto o más pernicioso, a la larga, que el atmosférico.
Se deben recuperar las palabras no para una nueva Torre de Babel, sino para una Torre del Homenaje donde –como en los antiguos castillos- hagamos el juramento de no levantar otra Torre que la del Faro.
Los Medios de Incomunicación Masiva son los principales responsables. Ellos son los que tiran en forma rastrera, traicionera, e interesada, los peores ataques contra todo esfuerzo por reagruparnos y tratar de entendernos un poco mejor. Ellos son los responsables de la nivelación hacia abajo y de alentar programas y proyectos que no estimulan la superación sino proclaman el triunfo de la trivialidad y la chabacanería más absolutas.