EL HOMBRE Y LA PIEDRA

- La piedra nos une al pasado, es el pasado. O es el viaje más rápido que podemos realizar desde este mundo que está a nuestro alcance hacia otro que ni siquiera podemos imaginar: “inmóviles hacen su viaje quieto” (El viaje inmóvil). La piedra sostiene el mundo en Amante geología (Montevideo, Botella al mar, 2010), el nuevo libro de Ricardo Pallares, que es como una versión racional y fundada de aquella poderosa tortuga que tenía al planeta sobre su espalda. Pero lo puede ser en esa su especie de eternidad porque participa de la secreta unión entre las cosas y el acontecer, porque (la esfinge) “musita cuando se esparce y retrae // que todo amor es pétreo y es del polvo” (Silencio ocre) y “sin ellas (las piedras) no hay hondero ni mano” (Una o varias).

- La poesía de Ricardo Pallares es una red que se despliega para encerrar el sentido de la vida, que no da respuestas, no catequiza, sólo pleitea con la filosofía, la ciencia y la teología, desde la fortaleza de algunas percepciones, entre las que se destaca la que provee la observación inteligente de la piedra: “porque una geoda en su intermitencia // adentro vive y sola está en su afuera” (La sabia piedra). Los sucesos son percibidos en el deambular de la piedra “cada sombra es una alegría antigua” (Naturaleza oculta) y “hay vaivén de huesos viajeros // que huelen a memoria y a carbón” (Un movimiento), exigiendo la entrega y el sacrificio, dado que “tampoco dora el pan sin amargura // ni surge la claridad sin la voz” (La libertad de las cosas).

- Casi en el centro del libro se encuentra un texto que propone un sentido figurado de amplitud de lecturas, “el dragón de piedra enardecido” puede contener la clave de la relación del hombre con el mundo mineral, aunque él mismo no sepa “a las puertas de la cueva no sabe // las claves la navegación el viaje” (Entrada a la cueva). Poema central, eje, alegoría múltiple que ilumina el libro y vale como lo dice su título, como verdadera entrada al lugar donde se oculta la revelación del misterio. Aunque no sepa la piedra que a través de ella se expresan creencias “juntas lucen sobre piedra con tallo // la coralina culebra rupestre // sierpe azteca y la llama de los Andes” (La espera), en la piedra estamos y somos –podría decir San Pablo- porque “el alma nos va de pedrerías” (El camino está sembrado). En la intuición de la grandeza de la comunicación que aún es posible con el mundo mineral se cifra Amante geología, libro que acomete los grandes temas del hombre, que podrían amplificarse con solemnidad, pero que Ricardo Pallares elige tratarlos como algo inmediato y cotidiano, con la sencillez propia del sagrado ejercicio que es la poesía. Alguien escribió o dibujó el mundo -Borges y los cabalistas lo sabían- con tinta y con betún “con el que escribió un verso perfecto // que no oye no se entiende ni se ve”. (Quién lo recibirá). El lector de Amante geología, pasa y repasa sus ojos por esas líneas porque tiene la sensación que oye, entiende y ve.

       
 

 

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