Este punto está formado por carias líneas que se cruzan. Ocho para ser más precisos; ocho líneas invencibles como destinos porque la forman voluntades de un grupo que es, por añadidura, literario. En estos tiempos de atomizaciones, feroces individualidades y fáciles deslumbramientos, ocho personas apostaron a compartir experiencias en el entendido que los talleres literarios son hoy lo que los cafés en el 900, y que es posible en su clima, cuando se han superado las ambiciones mezquinas, crecer juntos en la múltiple tarea de escribir y crearse.
También parece casi innecesario recordar que el taller es un catalizador pero no un nuevo elemento de las reacciones que se suscitan.
Distintas las edades y las ocupaciones, un solo lenguaje, el del entendimiento y la pasión. Dora y Raquel, Margarita y Lucio, Ana María y María del Carmen, Carolina y Mario, se ponen hoy de pie para señalar con este pequeño libro, un instante de insoslayable importancia en la literatura sanducera. Es el primer libro de un grupo, el primer resultado de un taller literario. Por otra parte, este título, “El Taller Literario de Paysandú”, es la primer ventana al libro para cada uno de sus autores.
El libro es un aleph, un punto en el cual convergen todos los puntos. Y en este caso la imagen se multiplica porque es un libro de varios autores.
Múltiple e inabarcable en los propósitos personales que animan cada una de las secciones, el “Taller Literario de Paysandú” muestra un nivel de exigencia en el plano pertinente: sus autores comparten la convicción que la creación literaria es algo más que un desahogo. Y por eso mismo es dable augurarle a cada uno su intransferible superación. A cada uno y al grupo que las metas se revistan cada día del sentimiento contrario a la autocomplacencia.Pero que conserven las líneas que permitieron llegar a este libro. A este punto.
Leonardo Garet.