Taller Horacio Quiroga

La nariz de payaso


El recorrido era largo… pero ya había hecho más de la mitad.
Había logrado sentarme y distenderme aprovechando para contemplar árboles, techos y cúpulas grises. El panorama parecía totalmente diferente desde arriba del ómnibus.

Hospital!!! Dice el guarda. Muchos bajan y otros suben. Entre estas un vendedor. Reconocí su extraña cara que había visto a la entrada del circo que llegó a la ciudad.

El vendedor saludó a los pasajeros y comenzó su parlamento. Éste no vendía agujas…ni curitas…vendía narices de payaso. Se me acercó y me dijo: compre señora… muy barato. Solo 15 pesitos. A los niños les encanta. Accedí ..total 15 pesos pensé… Las guardaré para algún disfraz. El hombre metió su mano en la bolsa multicolor que llevaba y sacó de ella una nariz….pero llamó mi atención porque era negra… de todas formas la pagué y guardé en mi cartera.
Al llegar a casa vacié mi cartera para guardar mi compra de la mañana .. Guardé la nariz en la caramelera de cristal azul sobre el aparador y continué con mis tareas habituales.

Al día siguiente me fui a Montevideo , regresando a los dos días..
Feliz,, abro el zaguán muy temprano en la mañana tras viajar toda la noche. El invierno se va poco…pensé al ver un rayo de sol en el sillón del living.
Algo me sorprende y me detengo a observar.. .Los rayos reflejaban de color azul. Desde la caramelera se proyectaba, frente a la pared, la figura de una niña que bailaba con un tutu, luego se transformaba en un pequeño pierrot para volver a girar y girar suavemente como si escuchara una música muy suave. .
Destapé la caramelera la imagen desapareció… pero la nariz seguía allí.

 

LAS TRES TÍAS

Antonia, se levantó muy temprano. Como siempre, era la primera de las tres hermanas en hacerlo. Desde que la vida las había vuelto a reunir nuevamente, a ella soltera con sus dos hermanas viudas, todos los días se parecían mucho.
Un poco después se levantaría Mercedes, y mucho después Teresa. A ellas les gustaba llamarse como lo hacían desde niñas: Tona, Meca y Teronga
Tras calentar el agua y remover algunas cenizas de la estufa, previo al desayuno, Tona iba cantando hasta la piscina azulejada del primer patio, a darle un poco de carne a la tortuga y colocarle agua fresca al canario. Mas tarde le llevaría algunos granos comprados por separado en el comercio de la esquina, los que luego mezclaría para convertir en un rico preparado. Tras ello, y con una botella y un corcho mojado, haría sonidos para que el ave comience su recital.
Regresó a la cocina y ya estaba allí Meca preparando el mate que compartirían hasta la llegada de Teronga. Conversaban sobre qué cocinarían, los sobrinos, sobrinos nietos, nietos y hasta algún bisnieto.
El olor a café era delicioso y despertó a Teresa, la menos madrugadora de las tres. De noche, ella quedaba en su escritorio mientras sus hermanas miraban televisión. Hacía cuentas y llevaba un cuidadoso control de los ingresos familiares, como lo hizo siempre ya que su padre había delegado en ella las finanzas de la familia. Esto merecía el respeto de sus hermanas, que la veían especial. No realizaba por tanto ninguna tarea doméstica, faltaba mas, ella trabajaba con su cabeza y las otras dos hermanas compartían el trabajo de la cocina, el cuidado de las plantas y los animales.
A media mañana llegarían los cobradores, mandaderos de servicio, y una ayudante.
El horario de recibir visitas era de cinco a siete de la tarde, extendiéndose un poco más en el verano. Nadie llegaba fuera de ese horario a visitarles. El timbre se apagaba en la noche y en la siesta, por lo que difícilmente llegarían visitas fuera de hora.
El viernes Santo el living se convertía en casa fúnebre. Mercedes no encendía la radio y nadie miraba televisión. La iluminación era tenue, asustándome la primera vez que las visité en esta fecha.
Las hermanas de mi padre eran un tanto extrañas pero nadie tenía intención de cambiarlas. Eran un referente en cuando al Orden, Armonía y Solidaridad en la familia.
Nos sorprendió a todos cuando supimos que la Tía Antonia y la Tía Mercedes se habían mudado a un residencial de ancianos en la capital. Nos lo contó la Tía Teresa…..Por primera vez vi lágrimas en sus ojos. Volví la vista hacia el escritorio y estaba abierto el piano familiar que supimos alguna vez tocó. La casa ya no tenía aroma a café, las flores se habían ido marchitando y el canario dejó de cantar. La tortuga no lo sé…vivía con su cabeza escondida…tal vez esperando…

 

Silvana Montenegro

 

 

Ma. Silvana Montenegro Oddone
Nacida en 1970, en la ciudad de Paysandú.
Egresada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, y radicada en Salto desde 1997. Concurre al Taller Horacio Quiroga desde el año 2009.

       
 

 

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