Tan pequeña la isla y tan señora,
tan inmune a la cólera marina,
tan colmada de gracia femenina
siempre igual y diversa cada hora.
Eres tú siempre, cuando el sol te dora,
o te envuelve la luna o la neblina;
y ante tu verde majestad inclina
su orgullo el mar que en vano te enamora.
Dices de soledades resguardadas,
de plenitudes de eternal cimiento
pese a la muerte y al dolor logradas.
Tan pequeña la isla y tan señora.
Es más del insondado firmamento
que del mar que a sus pies ruge e implora.