ESTAMPAS DE UN POETA

 

                        Los colores primarios se desgajan del cielo,

                        y al caer con estruedo, como pájaros

                        arrebatados al vuelo más alto,

                        revientan contra el suelo estrellando la sangre

                        roja, blanca y azul, que salpica hasta el cielo!

 

Así interpreta el paisaje abierto el poema Playa Ramírez, del libro Paracaídas, y su autor, el poeta Enrique Ricardo Garet, con el mismo proceso de identificación de la imagen visual con la emoción del observador, entiende su acercamiento al paisaje ciudadano en las notas reunidas en Estampas de Montevideo. El desafío de llevar a palabras una calle, una esquina, una plaza, una estatua, requiere posar los ojos con similar actitud a la del poeta ante el mar y la arena. Cada órgano y partícula de la ciudad adquiere su dimensión si se lo ilumina con el marco adecuado. La poesía navega sin amarres de ningún tipo, con libertad de no rendirle cuentas a la realidad, a la lógica, al sentido común y al tiempo. Pero la limitación que a sus “Estampas” le impone Enrique Ricardo Garet es que sin desentenderse de la poesía, la palabra no se desate de todas las amarras, como en el poema. La luz no deja de iluminar al elemento central –casa, calle, plaza- pero sin permitir que ese elemento deje de ser él mismo o, dicho de otra manera, que esa plaza deje escapar, o confunda sus árboles. En esos parámetros puede decirse que estas notas montevideanas cumplen a cabalidad con recrear un elemento al grado que resulte redescubriento para el lector que lo conoció y un atractivo en sí mismo para el que sólo tiene de él la construcción de palabras.

                                               *

            El hombre que desde la poesía paseó su mirada por los cafés de Montevideo lo hizo años después por sus calles. El periodista se sumó al poeta y desde las páginas del suplemento en huecograbado de El Día, llevó a los lectores una mirada enriquecedora de la realidad, iluminando ángulos y rincones, informando del presente y del pasado. Desde abril de 1957 -con el antecedente de un artículo aparecido el 12 de setiembre de 1954 y que no es incluido en esta recopilación porque escapa a los limites propuestos por su título-, Enrique Ricardo Garet tuvo en el suplemento dominical una presencia de perioricidad irregular, que se extendió hasta el  24 de octubre de 1965. 

       
 

 

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