Por Alfredo de la Peña
Es, a mi ver, este libro, la manifestación oscura y difícil de un poeta desasosegado. Leamos para mejor entender, el poema inicial, motivo del libro, pues lo titula, tutelando así al resto de composiciones de la obra. La “gramática de la máquina para aprender a escribir”, es también para aprender a vivir, cumplir y asistir como tristes espectadores cargados de viejos sueños a la función maquinal, en ese enorme parque de inversiones del mundo, donde se cumple el rito moderno de la vida humana.
Si hay un desasosiego que ocupa al poeta, también hay un desasosiego en el ser mismo de su obra, que refleja el suyo; los quiebres de los ritmos interiores, lo muestran y también las elipsis súbitas que sorprenden y anonadan al lector desprevenido.
La oposición violenta de imágenes, buscada, querida y realizada ex profeso con rechinar de versos, alejan el lirismo como se aleja hoy la melodía de la música nueva.
Yo digo de verso desenvainado –en tanto que vaina es cobertura cerosa y suave, refugio y lecho-, disuelve o derrota la posible música interior del poema con ascética sequedad. Y cuando el verso corre por el significante hacia un mórbido sentimiento, lo paraliza. No es sensual sino riguroso e impone su pelea al mundo, pues lo pelea y lo execra, no concediéndose lástimas, que poéticamente pueden estar representadas por remansos sentimentales de dulzura. Apela el poeta a la comprensión intelectual y no a la emoción, si bien otra emoción, de carácter estético, puede refluir desde la mente al ánimo cordial.
La forma verbal anima al contenido desde adentro hacia fuera, y su significación resulta de esa función que los signos realizan en asociaciones dictadas por la subjetividad del poeta.
Por eso la califico de poesía oscura o difícil, que así se menciona a aquella cuyo sentido inteligible no surge de manera espontánea ante quien la lee.
Estos poemas provienen de una fuerte condensación (virtud de poeta) y de un tenso interés por el poder significativo de la palabra. El joven poeta que es Leonardo Garet, joven sí, pero poeta sí, sabe de certeras intuiciones y por eso de un hallazgo como: “El diluvio repiquetea Cristos inéditos”, decreta un poema; y hace bien, porque un verso que de varios vocablos extrae una palabra total como encantada y extraña, perfecciona, según decía Mallarmé, ese aislamiento.
Si el sentido poético está dado de manera compleja por un conjunto de cualidades que suministran intuiciones muchas veces aprehendidas en su misma noche (por decir así), no es menos cierto que también está dado por algunas transparencias que si no dejan filtrar la luz del canto, dejan ver la luz del alma.
Alfredo de la Peña
Fragmento de la presentación realizada en Teatro El Tinglado, de Montevideo. Publicado en El Pueblo, 13-XI-1977.
Alfredo de la Peña (Montevideo, 1927-1985), dramaturgo, crítico literario, actor y director teatral, actor y libretista de televisión. Profesor de Literatura, periodista cultural en El País. Produjo obras televisivas de éxito, como Telecataplúm. Algunas de sus obras, escritas, dirigidas y actuadas por él: El monostáculo (1976), El amorólogo (1977), La relación (1978).